jueves, 10 de noviembre de 2011

LA FAMILIA POLILLAL

La polilla come lana

de la noche a la mañana,

Muerde y come, come y muerde

lana roja, lana verde.


Sentadita en el ropero

con su plato y su babero,

come lana de color

con cuchillo y tenedor.


Sus hijitos comilones

tienen cuna de botones.

Su marido, don Polillo,

balconea en un bolsillo.


De repente se avecina

la señora Naftalina.

Muy oronda la verán,

toda envuelta en celofán.


La familia polillal

la espía por un ojal,

y le apunta con la aguja

a la Naftalina bruja.


Pero don Polillo ordena:

–No la maten, me da pena;

vámonos a otros roperos

a llenarlos de agujeros.


Y se van todos de viaje

con muchísimo equipaje:

las hilachas de una blusa

y un paquete de pelusa.

    María Elena Walsh

MI BURRO RAMÓN


Ay si usted lo viera,
A mi burro Ramón!
Cuatro manchitas blancas
Y una marrón…
Mi burro es muy bonito
Pero muy empacón
¿Hay que dormir?
¡Él  se pone a escribir!
¿Le toca dar lección?
¡Él toca el bandoneón!
¿Hay que estudiar?
¡Él se pone a cantar!
Mi burro es muy bonito
Pero muy rezongón:
Que le pica una pata,
Que no tiene más plata,
Que le duele la muela,
Que no irá a la escuela.
Mi burro es muy caprichoso
Pero muy cariñoso,
Si lo reto por eso,
Mi burro me da un beso.

¡Ay mi burro Ramón!
¡Qué bonito,
Pero que cabezón!
Cuando se empaca
Nadie lo saca
De donde esta,
Sin Santa Paca
Ni San Simón
¡Ay si usted lo viera
A mi burro Ramón!

María Hortensia Lacau


LAS UVAS

En su racimo la uva espera,
redonda y lisa,
(¡pero no es pera!),
la mano firme, el cesto mate
donde la juntan,
(¡y no es tomate!).
Después la casa, techo de teja,
donde reposa,
(¡y no es lenteja!)
Dulce en la boca, siempre lo digo,
es su sabor,
(¡que no es de higo!)
Todos los chicos la comen, sana,
por sus virtudes,
(¡sin ser manzana!).
Fresca y jugosa, o tierna y pasa,
¡yo siempre quiero
uvas en casa

Graciela Repún


NO ESTÁ EL HORNO PARA BOLLOS

Hace muchísimo tiempo
en la corte del rey Pascual
vivía María Rita,
la cocinera ideal.

Cocinaba día y noche
encerrada en la cocina;
anchoas, bogas y bagres,
truchas, trillas y sardinas.

Hábilmente y con esmero
preparaba muchos platos;
liebres, conejos y ciervos,
pollos, perdices y patos.

En el reino la llamaban
“cocinera de mil manos”
por cumplir cada capricho
del paladar de los amos.

Los reyes tenían hambre
a cualquier hora del día,
querían llenos los platos
de todo lo que pedían.

Hasta que un día se armó
un gigantesco alboroto:
pedía chauchas la reina,
y el rey, arroz con porotos.

Enloqueció de los nervios
a la hora de la cena:
la reina quería papas,
el rey, una berenjena.

Para la reina el puré
quemaba de tan caliente,
el rey gritaba: “¡qué frío,
me hace doler los dientes!”.

Sintió que se sumergía
en una gran pesadilla:
de postre sirvió ciruelas
y ellos querían frutillas.


Luciana Murzi