Hace muchísimo tiempo
en la corte del rey Pascual
vivía María Rita,
la cocinera ideal.
Cocinaba día y noche
encerrada en la cocina;
anchoas, bogas y bagres,
truchas, trillas y sardinas.
Hábilmente y con esmero
preparaba muchos platos;
liebres, conejos y ciervos,
pollos, perdices y patos.
En el reino la llamaban
“cocinera de mil manos”
por cumplir cada capricho
del paladar de los amos.
Los reyes tenían hambre
a cualquier hora del día,
querían llenos los platos
de todo lo que pedían.
Hasta que un día se armó
un gigantesco alboroto:
pedía chauchas la reina,
y el rey, arroz con porotos.
Enloqueció de los nervios
a la hora de la cena:
la reina quería papas,
el rey, una berenjena.
Para la reina el puré
quemaba de tan caliente,
el rey gritaba: “¡qué frío,
me hace doler los dientes!”.
Sintió que se sumergía
en una gran pesadilla:
de postre sirvió ciruelas
y ellos querían frutillas.
en la corte del rey Pascual
vivía María Rita,
la cocinera ideal.
Cocinaba día y noche
encerrada en la cocina;
anchoas, bogas y bagres,
truchas, trillas y sardinas.
Hábilmente y con esmero
preparaba muchos platos;
liebres, conejos y ciervos,
pollos, perdices y patos.
En el reino la llamaban
“cocinera de mil manos”
por cumplir cada capricho
del paladar de los amos.
Los reyes tenían hambre
a cualquier hora del día,
querían llenos los platos
de todo lo que pedían.
Hasta que un día se armó
un gigantesco alboroto:
pedía chauchas la reina,
y el rey, arroz con porotos.
Enloqueció de los nervios
a la hora de la cena:
la reina quería papas,
el rey, una berenjena.
Para la reina el puré
quemaba de tan caliente,
el rey gritaba: “¡qué frío,
me hace doler los dientes!”.
Sintió que se sumergía
en una gran pesadilla:
de postre sirvió ciruelas
y ellos querían frutillas.
Luciana Murzi
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